Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) un 15% de la población sufre odontofobia, o lo que es lo mismo, un miedo irracional a la figura del dentista. Es común pensar que esto se debe a alguna mala experiencia, pero lo cierto es que eso se da en un mínimo porcentaje, el motivo mayoritario de la odontofobia se debe al temor irracional de sentir dolor, aunque no haya habido malas experiencias anteriormente.
La mala fama de los dentistas viene de muy atrás, cuando se le conocía popularmente como “sacamuelas” y las técnicas de anestesia y diagnóstico no estaban tan avanzadas. Ahora con tantas mejoras prácticamente no se siente dolor, y los planes de prevención se centran en actuar antes de que sea necesario algún tratamiento. Pese a ello la odontofobia sigue presente en la sociedad, ¿es posible que tenga algún componente genético? Un grupo de investigadores han abordado este tema en un estudio publicado en la revista ‘Community Dentistry and Oral Epidemiology’.
El miedo a ir al dentista en sí no es una enfermedad oral como tal, pero sí puede derivar en problemas serios ya que las personas que lo sufren evitan a toda costa acudir al dentista ante cualquier problema que les surja, de forma que problemas de fácil solución, como una caries por ejemplo, pueden complicarse en exceso al no recibir tratamiento.
En el estudio se analizaron los componentes genéticos de 1.370 participantes de edades comprendidas entre los 11 y 74 años tanto hombres como mujeres. Los resultados mostraron que el miedo dental era un 30% heredable y el miedo al dolor lo fue en un 34%. Encontraron una correlación genética entre estos dos tipos de miedo diferentes, lo que según explican sugiere una relación genética aunque con fenotipos distintos.
Estas conclusiones ponen de manifiesto que además de los factores ambientales también hay que tener en cuenta la influencia genética en estas fobias de cara a futuros estudios sobre el miedo y la ansiedad asociados a los tratamientos dentales.
