En los últimos años se han disparado las enfermedades alérgicas, autoinmunes e inflamatorias en los más pequeños, y una de las hipótesis que se manejan para explicarlo es la reducción de los microorganismos durante la niñez, es decir, una higiene excesiva.
La mejora de las condiciones sanitarias en occidente ha llevado a que los niños estén muy poco o nada expuestos a parásitos, lo que se cree que ha propiciado una predisposición a desarrollar enfermedades autoinmunes. Con esta idea en mente, un grupo de investigadores de Suecia han llevado a cabo un estudio en el que monitorearon a 10.162 individuos desde el año 1973 al 2012 para analizar si existía relación entre la higiene bucal y el desarrollo de enfermedades intestinales (En concreto analizaron la colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn y la enfermedad inflamatoria intestinal).
Los resultados fueron sorprendentes, y aunque no fueron del todo concluyentes, los datos que se obtuvieron fueron una relación inversa entre la higiene oral y las enfermedades intestinales. Los expertos descubrieron que una mala higiene bucal estaba asociada a un menor riesgo de padecer este tipo de enfermedades, especialmente en pacientes que tenían los problemas bucales más graves.
La conclusión a la que llegaron es que un menor riesgo de desarrollar patologías intestinales en el futuro estaba relacionado con una higiene oral pobre. Aunque los datos del estudio han sido inconsistentes, no deja de ser un resultado curioso, ¿será cierto que cierto que tenemos excesiva higiene?
De momento hasta que haya resultados más concluyentes se recomienda llevar una higiene bucal adecuada, otros estudios ya han demostrado la relación entre un mal cuidado de la boca y el desarrollo de enfermedades como el alzhéimer, el cáncer e incluso el ictus. Para tener una correcta higiene no es necesario obsesionarse y llegar a los extremos, ya que esto puede generar el efecto opuesto y perjudicarnos más que ayudarnos. Un claro ejemplo de esto es la blancorexia, una patología que se ha incrementado en los últimos daños que consiste en la obsesión de conseguir unos dientes de color blanco nuclear y que para ello la persona se somete a múltiples tratamientos de blanqueamiento dental. Estos tratamientos utilizan productos que, en altas dosis, nos destrozan el esmalte dental, irritan las encías, pueden crear quemazón…. En los casos extremos se llega incluso a la pérdida de piezas dentales.