Los cigarrillos electrónicos se han posicionado como una ‘alternativa sana’ al tabaco para aquellos que están intentando dejar de fumar, pero ¿es realmente una práctica sana? Un estudio llevado a cabo por la Universidad de California de Los Ángeles (UCLA) sostiene que es altamente perjudicial y que, además, los consumidores no disponen de toda la información de lo que supone utilizar estos vaporizadores.
Estos artefactos están compuestos por un líquido con por varios químicos (nicotina entre ellos) junto con extractos de hierbas o alimentos para darle un toque más atractivo. El usuario aspira el vapor generado por el aparato simulando el hábito de fumar. La investigación ha descubierto que los cigarrillos electrónicos contienen sustancias tóxicas y nanopartículas que pueden dañar las células de piel de la cavidad bucal, aumentando así el riesgo de padecer enfermedades bucales.
Para ello, los autores del estudio cultivaron células de la boca y las expusieron a dos marcas diferentes de estos dispositivos durante 24 horas. Los resultados mostraron que estos vapores mermaron las defensas naturales de la boca debido a la disminución del glutatión, un antioxidante natural, lo que provocó la muerte del 85% de las células testadas. Los investigadores esperan confirmar estas pruebas en humanos, ya que un porcentaje significativo de los pacientes de la UCLA utiliza estos vapeadores, por lo que más adelante esperan aportar los resultados definitivos sobre los efectos nocivos de estos cigarrillos.
La muerte de las células epiteliales de la boca entraña unos riesgos elevados, ya que al reducirse estas defensas, las bacterias que habitan en la boca pueden proliferar y dar lugar a enfermedades bucales graves. Por ello los investigadores insisten también en la necesidad de hacer más hincapié en estudios como este para determinar los riesgos reales de este tipo de cigarrillos, que al parecer no son tan saludables como se presentan. Se le atribuyen beneficios no contrastados y no se enfatiza lo suficiente en los riesgos asociados claman numerosos expertos. El centro de control y prevención de enfermedades americano (CDC) comprobó en una investigación de 2014 que al menos 2,4 millones de jóvenes utilizaban estos dispositivos, y según la Universidad de Ohio, al año crece un 25% la venta de estos artefactos, pero la investigación sobre los efectos secundarios que esta práctica causa apenas se han investigado.