Como sabéis, las carillas dentales son unas láminas muy finas que se adhieren a la superficie del diente. Esto lo hacemos principalmente por dos motivos: para unificar o mejorar el color de la dentadura o para suplir alguna anomalía en las formas de los dientes.
- Unificar el color: puede ser que no nos guste el color de nuestros dientes o que no nos funcione un blanqueamiento dental. Las carillas son la solución ideal en este caso porque pondremos estas láminas del color deseado, buscando, sobre todo, la naturalidad.
- Anomalías: también puede ser que tengamos algún diente roto o alguna pieza distinta en forma o tamaño al resto y no nos guste el aspecto que eso da a nuestra sonrisa. Las carillas son una magnífica solución también en estos casos porque conseguimos homogeneizar las piezas dentales.
No es necesario tallar el diente para poner las carillas
Es importante saber que, hoy por hoy, contamos con la posibilidad de no tocar ni tallar el diente para poner las carillas. Esto quiere decir que no es un tratamiento agresivo y que es completamente reversible si algún día decidimos quitárnoslas o sustituirlas porque no hemos dañado en ningún momento el diente.
Todo depende de la pericia del profesional elegido y de los materiales utilizados. Es fundamental que preguntéis al profesional sobre los diferentes materiales y cuál utilizará en vuestro caso por ser el más adecuado. Existen tres tipos de materiales: la porcelana (cada vez menos utilizado), las carillas lumineers o de disilicato de litio y las feldespáticas o de composite.
La calidad de estos dos últimos materiales y su resistencia a la tracción y a la presión es altísima. Son los más utilizados porque realmente nos permiten trabajar sin tocar el diente y obtener un resultado estético, fiable, armónico y duradero. Y todo esto es lo que buscabas cuando decidiste solucionar tu problema con unas carillas, ¿verdad?