Hace tiempo que quería escribir este post porque sentía la necesidad de explicar base de mi forma de trabajar porque creo que ahí está la explicación de lo que distingue mi trabajo. Creo que ese «toque diferencial» nace de la unión de mis dos pasiones: la odontología y la arquitectura.
Soy odontólogo y tengo una sensibilidad especial por la belleza y me apasiona la arquitectura. En ella he encontrado grandes paralelismos con la odontología: la proporción, el equilibrio, la armonía, el volumen, la concepción del espacio, la capacidad de intervenir para lograr que la luz incida de una determinada manera, … todos esos pequeños elementos que hacen que el resultado transmita algo más que «una boca arreglada».
Al igual que mi amigo el arquitecto Julio Touza, del estudio Touza Arquitectos, define la arquitectura como una confluencia de técnica, arte y poética, a mí me sucede lo mismo con mi profesión. Alinear los dientes es algo técnico, y lo puede hacer mucha gente, pero conseguir que esa sonrisa que estás alineando exprese algo sobre esa persona concretamente es más complicado. Por eso, conseguir que esos dientes estén alineados, que estén perfectamente encuadrados en una encía proporcionada, cuya consistencia, cuya coloración sea la más adecuada y que ese marco que son los labios resulten armónicos con todo el conjunto, es ahí donde entra todo el nexo de unión con la arquietectura.
Cuando a la técnica le añadimos la sensibilidad por la belleza, ese buscar la particularidad de cada sonrisa adaptada a los gestos y a las necesidades acordes al ritmo de vida de cada paciente, es ahí cuando conseguimos que la sonrisa transmita algo personal, nos expresa y nos da autenticidad. Conseguir esto es lo que distingue mi manera de tratar a mis pacientes.
Evidentemente, en esto hemos contado con el apoyo del desarrollo tecnológico y de los materiales, que nos ha brindado herramientas como el DSD para poder recrear virtualmente una sonrisa antes de hacerla, o el gran desarrollo de los alineadores invisibles de Invisalign, o los materiales con los que están elaboradas las carillas lumineers… por no hablar de que hoy día, además, se puede hacer una odontología de primer nivel, se puede hacer una odontología de excelencia, incluso se puede hacer que no duela, gracias al láser.
Y como mi relación con la arquitectura es algo más que una pasión, de mano de Julio Touza hemos dado forma a mi gran proyecto personal, que plasma la unión de mis dos pasiones en Iván Malagón*Clinic, un centro en el que quedan plasmados los valores de mi marca: atención personalizada, armonía con el entorno, en el que buscamos que el paciente se sienta a gusto en un ambiente único, fuera de todos los convencionalismos.
Os invito a escuchar el diálogo que tuvimos en Gestiona Radio, de la mano de Jaume Segalés, en el Programa Primera Hora.